La nula educación
2019-06-25
El combate a la corrupción en el mundo ha posicionado cientos de posturas y propuesto decenas de políticas para hacerle frente. Sin embargo, son pocas las que se han enfocado en la educación de los jóvenes, para construir en ellos un sentimiento de cero tolerancia a actos de corrupción.
Hace algunos meses pregunté a Laura Alonso, titular de la oficina de Anticorrupción en Argentina, cuáles eran los programas y acciones que su gobierno había desarrollado en escuelas y universidades para prevenir la corrupción en las futuras generaciones. “Ninguno”, contestó. “Aunque ahora no es una prioridad y no hay proyectos que contemplen ese aspecto educativo, el enfoque de la corrupción como un lastre cultural es un tema que debe atajarse por todos los gobiernos”, puntualizó.
Así como en ese país de Sudamérica, la laguna está presente en muchos otros países del continente en donde los gobiernos no han decidido atender el problema de la corrupción como un tema formativo, ni han delineado una estrategia que trascienda a la niñez y juventud latinoamericana en esa materia.
Las universidades y escuelas privadas o públicas también juegan un papel muy importante en los aspectos de integridad. Cómo cambiaría el fenómeno de la corrupción si a un joven universitario se le enseñara su verdadero significado y alcances, la falta de competitividad que aquél genera, las sanciones que acarrean estar involucrado en un procedimiento de esa naturaleza. Cómo impactaría narrarles trágicos casos como el del ex presidente peruano Alan García sobre el que, en otro espacio, llamé el “éxito de la corrupción”.
En México, por ejemplo, fue presentada hace una semana por la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, la Iniciativa de Transparencia y Anticorrupción que tiene por objeto generar, con grupos estudiantiles, un compromiso con la transparencia, la rendición de cuentas, la honestidad, la integridad, la prevención y el combate a la corrupción.
Ese tipo de iniciativas deben replicarse en otras instituciones públicas o privadas, en la formación de los universitarios. Que a los estudiantes de agronomía enseñen en sus escuelas las consecuencias de la corrupción –personal y corporativa– no es algo descabellado. Qué decir de los ingenieros, abogados, doctores, y un sin número más de profesiones que están o potencialmente pueden estar en contacto con actos de corrupción.
El impulso que los Estados en Latinoamérica den a la lucha contra la corrupción, en conjunto con el sector privado, organizaciones civiles y universidades, es primordial para mejorar no solamente la percepción que de ésta se tiene en esos países, sino también un aliciente para disminuir los efectos negativos que ella genera en la economía y hasta en la vida de las personas.
Carlos G. Guerrero
Abogado y maestro en administración pública y gobierno
Fuente: Contribuye a una causa social