La marcha fifí
2019-05-07
El pasado 5 de mayo, un buen número de ciudades de la República Mexicana atestiguaron una movilización ciudadana en contra del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Las réplicas de estas manifestaciones públicas, sin embargo, deberán orientarse a pedir la rendición de cuentas, más que a pedir la renuncia de algún funcionario.
Como nunca en México tenemos un presidente elegido por más del cincuenta por ciento de los votantes, la promesa del Estado de garantizar la libertad de expresión y una férrea oposición de la sociedad civil –por encima de los partidos políticos–.
Ese escenario ha permitido que, como el domingo pasado, los ciudadanos inconformes con las políticas del presidente Andrés López salgan a las calles a demostrar ese desacuerdo y, bajo la tutela de la libertad de expresión, exijan el predominio de gobiernos más atentos y preocupados por quienes informada y respetuosamente reclaman.
La mega manifestación del pasado 5 de mayo, sin embargo, estuvo marcada por una lógica negativa y poco propositiva. Pancartas varias exigieron la renuncia del presidente de México, otras tantas afirmaron la equivocación que el pueblo sabio habría cometido al elegir a AMLO como líder, y algunas más señalaron que el saco le había quedado muy grande y que debía irse.
Aunque ello hubiere sido en el contexto de la libre expresión, debemos cuestionar si el enfoque dado a la marcha fue el que más podía impactar para el cambio. Me explico.
A nivel federal gobierna una persona a quien no gusta la crítica, quien se siente cómodo desde la polémica –como lo habría afirmado en una entrevista al inicio del sexenio–, quien no rinde cuentas –aunque informa todos los días desde una conferencia matutina– y cuyo gobierno carece de planeación estratégica.
Los ejercicios de expresión y manifestación, que incrementarán ante la parálisis que vive el país por la Cuarta Transformación –como se autodefine el presidente– tendrían que orientarse a demandar hechos concretos y a exigir soluciones visibles.
Tendrían que orientarse más a pedir al Congreso a que llame a AMLO y a sus secretarios de Estado a informar sobre temas concretos, más a lograr que el presidente nos diga cómo construirá el proyecto del Tren Maya, cómo sancionará la corrupción que motivó la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, cómo protegerá a las personas que denuncien crímenes o hechos de corrupción o cómo garantizará la libertad de los periodistas para hacer su trabajo.
Los movimientos ciudadanos deben buscar, más allá de la remoción de funcionarios, la rendición de cuentas de los gobiernos que piensan que la elección mayoritaria en urnas les legitima a omitir o aminorar las opiniones de quienes fundadamente disciernen, de quienes con motivos suficientes saben que el tren puede estrellarse.
Logremos que esta titánica tarea de sacar a decenas de miles a las calles del país, motive –y hasta obligue– a los gobiernos a proponer una estrategia, a delinear un objetivo o a lograr la implementación de una acción concreta.
Por lo demás, la marcha es una llamada de atención para los modestos que, dentro del gobierno, inciden en el ánimo del presidente.
Carlos G. Guerrero Orozco
Fuente: Contribuye a una causa social